P.E.C.T.A.

¿Quién dijo crisis? Los cuatro millones de parados en España, los ERE en todo el mundo, los vaticinios catastrofistas de los grandes banqueros...
Por arte de magia, todas las noticias relativas a la precaria situación económica han dejado paso a las informaciones acerca de la gripe porcina.

Como somos mal pensados (aunque eso no significa que pensemos mal), vamos a apostar por la teoría de la conspiración. ¿A nadie se le ha ocurrido que este virus -su última mutación- puede ser una creación humana? En primer lugar, con su propagación, la atención mediática se centraría en la pandemia, y la creciente tensión social se rebajaría. Cuando tu vida corre peligro, no tener dinero en el bolsillo parece algo asumible, ¿verdad?

Por otra parte, el país en el que han aparecido los primeros casos es fronterizo con EE.UU. Los dueños del mundo tienen el dudoso mérito de estar a la cabeza en lo que a investigación y desarrollo de armas químicas y bacteriológicas se refiere. Hay algo aquí que huele a podrido...

Tampoco podemos obviar que el voraz mercado farmacéutico necesita seguir incrementando sus beneficios. Si la "jugada" de la gripe aviar salió redonda a las grandes corporaciones farmacéuticas (10 millones de vacunas compradas por el Gobierno de España, por ejemplo), es de esperar que ante un virus más agresivo, las ventas se disparen. Pura política comercial -poco ética, claro está-. Tenemos ejemplos recientes de guerras por petróleo, conflictos bélicos motivados únicamente por intereses económicos. ¿Es tan descabellado pensar que la nueva cepa de gripe porcina es un invento humano?

Tranquilos, se puede comer
Ya hemos explicado antes nuestra opinión sobre la epidemia: es un producto de la usura humana. Las piezas van encajando y los dueños del puzle no quieren que ninguna actividad económica se vea frenada por el virus. Eso explica que la OMS aún no haya recomendado limitar el tráfico aéreo entre Méjico y el resto del planeta... las compañías aéreas pondrían el grito en el cielo -nunca mejor dicho-.

Más curioso resulta, si cabe, que no se haya limitado o prohibido el consumo de cerdo procedente de la "zona cero". Los mass media nos recuerdan cada minuto que la carne "puede seguir comiéndose" porque el virus se trasmite de forma aérea. Lo que no explican es que hay que comerla cocinada, y que el virus no muere hasta que la carne alcanza los 75 grados. ¿Por qué no evitan riesgos innecesarios prohibiendo el consumo de carne porcina? La misma conclusión: intereses económicos.

Llegados a este punto, debemos hacer hincapié en la hipocresía de políticos y empresarios del sector. Los estudios científicos demuestran que la mutación de los virus de la gripe potencialmente letales para el ser humano se desarrolla mejor en instalaciones atestadas de animales (en ocasiones de diferentes especies) en condiciones de suciedad y hacinamiento. El 90% de las granjas intensivas cumplen ese perfil. ¿Por qué no reconocer que la antinatural explotación de los cerdos y diversas especies avícolas es un caldo de cultivo para microorganismos dañinos para la salud de animales humanos y no humanos? Dinero, dinero y dinero.

Dinero para los empresarios, dinero para los intermediarios, y dinero (una vez más) para las compañías farmacéuticas, que hacen caja vendiendo sus productos contra las enfermedades cardiovasculares (producidas mayoritariamente por el consumo de carne) y los diversos virus salidos de los campos de exterminio de animales.

Lo que es evidente es que la última versión del virus H1N1, haya nacido en un laboratorio o en una explotación ganadera, es una creación humana, de manera directa o indirecta. El fin del consumo de carne erradicaría el peligro de pandemias similares a la Gripe Española, que a principios del siglo XX acabó con la vida de casi 30 millones de personas. Mientras el espectáculo sombrío de hileras interminables de jaulas con animales explotados en su interior siga siendo una realidad, los riesgos virológicos para la raza humana estarán ahí, latentes, haciéndonos vivir al filo de la cuchilla por nuestro egoísmo y nuestra vileza.

Es un duro precio el que pagamos por alimentar la maquinaria asesina del capitalismo salvaje, es un duro precio el que pagamos por tener el estómago lleno de muerte y sufrimiento.

Nosotros lo tenemos claro; el vegetarianismo es vida, para ti, para los tuyos, para tu entorno y para los animales. ¿Hasta cuándo vas a autoengañarte?

¡Hazte vegetariano!


PECTA